viernes, 19 de junio de 2015

Un lector junto al río


 


Hay  ríos que  se pueden oír  sobre las piedras, y que de vez en cuando  forman remansos, siempre más profundos. El sol penetra allí  primero los follajes de la orilla y luego las aguas, móviles y frías, hasta posarse tembloroso en el fondo de peñas y arena. La fuerza del torrente forma cascadas a través de las rocas. Cuántas veces han  vivido estos paisajes, hasta quedar también así, móviles, en la memoria.

Un río de España en verano, que podría estar también, en cualquier época del año, en la América tropical, se ha remansado entre una gran pared rocosa, y una playa de piedras y guijarros redondos. Un lugar para pasar tardes frescas y soleadas. Sentado sobre una piedra, un hombre joven lee. Está vestido de camisa oscura de manga corta, y pantalón claro, casi como para ir de compras por algún centro urbano. Lleva los zapatos deportivos sobre la piel sin calcetines, y la brisa no ha logrado despeinarlo. Quizá se haya descalzado antes, y se mojó los pies sobre la orilla. Ha cruzado la pierna derecha sobre la izquierda; y sobre la rodilla sus manos, largas y finas, sostienen un libro grueso, de unas seiscientas páginas.

Todavía no es muy conocido; asiste a las clases del poeta Pedro Salinas en la Universidad de Sevilla. Y es tímido, muy tímido. Se llama Luis Cernuda.

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