sábado, 20 de junio de 2015

El disgusto por la poesía y el camino del poeta


            Muchos no gustan de la poesía. ¿Por qué? Tengo una hipótesis. La poesía parece fácil de escribir, y  cuando alguien se siente conmovido, nada le impide sentarse a escribir un poema. Pero, contrario a la apariencia,  la poesía no es fácil de escribir, y la mayoría de esos poemas son malos. Cuando alguien se encuentra por casualidad con uno de ellos, piensa entonces que no le gusta la poesía. 
Sólo la conclusión es errada, pues hay muchos buenos poemas. Lo que ha ocurrido es que esta persona - a la que pertenece la mayoría - no ha tenido la experiencia de encontrar un poema que llegue en verdad a su vida.
            ¿Por qué? Hay tantos cursos de literatura en el bachillerato, y antes, casi todos hemos sabido de fábulas en verso, y  hasta de canciones y poemas escritos  para personas con edades de un dígito. 
            Tengo la impresión de que esos contactos iniciales, cuando no se viven como una obligación, suelen experimentarse como una especie de juego, de las cosas extrañas que se pueden hacer con el lenguaje, a la manera como un gimnasta de circo nos deslumbra con su dominio de un cuerpo que no parecería diferente del nuestro. A veces eso basta para que uno se vea seducido por el mundo poético ―a mí me ocurrió― pero es poco probable.

            En la vida, la necesidad de poesía llega inesperadamente. En el momento en que experimentamos algo con intensidad, sin encontrarlo ya prefigurado en el lenguaje convencional, y nos sentimos impulsados a querer verlo puesto en palabras, estamos en necesidad de poesía, es decir, en una situación propicia a lo poético.

            El llegar a esta condición requiere una cierta sensibilidad, y una actitud inicial de desconfianza ante el lenguaje, que no es frecuente. Hay muchos que se conforman con el lenguaje convencional y sus posibilidades. A ellos les quedará difícil encontrarse con la poesía. Pero asumamos que tenemos esta sensibilidad y esta actitud.

            Si entonces encontramos un buen poema que se acerque a expresar lo que estamos viviendo,  seguramente lo consideraremos de valor. Ése será nuestro primer contacto íntimo, real,  con la poesía.

             Uno notará, con seguridad, que ese poema no expresa cabalmente lo que hemos vivido. Se acercará, pero no del todo. Si su deseo de lo que vivió sea escrito es muy fuerte, intentará entonces escribirlo: será su primer poema.

            Al comienzo quedará deslumbrado por lo escrito, y lo guardará con veneración. Unos días, semanas o meses después, lo encontrará, o quizá lo busque porque de pronto recordó la experiencia, y vuelva al texto. Entonces hará una dolorosa comprobación: es un poema malo. Porque la poesía es difícil de escribir. ¿Tendrá el coraje de reconocerlo? ¿Seguirá buscando otros poemas e intentando escribir? ¿Tendrá la voluntad de estudiar para poder hacer la identificación de las fallas y los posibles aciertos de lo que escribe? Si lo hace, comenzará a abrírsele el camino de la poesía. Ojalá que el proceso descrito vuelva a pasar muchas veces, y así, poco a poco, irá sabiendo qué es lo que puede escribir con acierto, irá hallando un estilo. Si además tiene el valor de compartir sus textos con otros que están en la misma tarea, y escuchar y valorar sus críticas, podrá ganar algo de tiempo y sentirse en compañía. Si persiste, llegarán, con el tiempo, a conocerle como un poeta.







viernes, 19 de junio de 2015

La verdadera historia de Ganesha


Una corta noche de verano Parvati sintió el deseo de unirse con un elefante. Había visto una familia de éstos en un claro de bosque, y quedó hechizada por la fuerza y el calor de la enorme criatura. Shiva, con sólo mirarla, comprendió y sintió celos. Pero siendo un dios, no reaccionó como los humanos. Hizo algo que éstos no pueden hacer: se convirtió en elefante. El más fuerte, el más imponente, el más sabio. Parvati, enfrentada de pronto a las consecuencias de su deseo, estaba emocionada, radiante y temblorosa. Pero también ella tenía facultades divinas, y pudo hacerse capaz de agasajar a su amante. Esa noche, Parvati quedó exhausta y en preñez.

Pasaron las lunas y nació Ganesha, con cabeza de elefante y cuerpo de dios humano.

Era hermosísimo.

Cuando los hombres le vieron, no podían entender ni imaginar que fuera fruto de un amor tal,  y forjaron el falso mito de los celos de Shiva, la decapitación de su hijo y el reemplazo de su cabeza por la de un malhadado elefante que pasaba por ahí.

Traducido al inglés por el autor y revisado por John Murphy:


A short summer night, Parvati felt the desire to mate with an elephant. She had seen a family of those in a clearing in the woods, and she was seduced by the strength and the warmness of the enormous creature. Shiva, just by looking at her, understood and was filled with jealousy.  But, being a God, he did not react as a man would do. He did something that humans cannot do: he turned into an elephant. The stateliest, the strongest, the wisest. Parvati, confronted at once with the consequences of her desire, was stirred, beaming, trembling. But she also had divine faculties, so she made herself able to feast with her lover. That night, Parvati ended up exhausted and pregnant.
The moons passed and Ganesha was born, with the head of an elephant and the body of a human god. He was most beautiful.

When the men saw him, they could neither understand nor imagine that he was the fruit of such a love, and invented the false myth of Shiva´s jealousy, the beheading of his son and the replacement of his head by one of an unlucky elephant that happened to pass by.




Traducido al alemán por el autor y corregido por Irene Gerber:


Die Wahre Geschichte von Ganesha

In einer kurzen Sommernacht fühlte Parvati den Wunschen, sich mit einem Elefanten zu vereinigen. Sie hatte auf einer Waldlichtung eine Elefantenfamilie gesehen und war von der Kraft und der Heissblütigkeit der rieseigen Kreatur verzaubert. Shiva verstand aus den ersten Blick und wurde eifersüchtig. Aber er war ein Gott und reagierte deshalb nicht wie ein Mensch. Er tat, was für Menschen unmöglich ist: er verwandelte sich in einem Elefanten. Er war der Stärksste, der Eindrucksvollste, der Gelehrteste. Parvati, auf einmal konfrontiert mit den Konsequenzen ihres Wunsches, war bewegt. Sie strahlte in freudiger Erwartung. Aber auch sie hatte göttliche Fähigkeiten, so dass sie ihren Geliebten zu umsoregen wusste. In dieser Nacht erschöpfte sich Parvati und wurde schwanger.


Die Monde vergingen und Ganesha wurde geboren, mit einem Elefanten kopf und dem Körper eines menslichen Gottes. Er war wunderschön.


Als die Menschen ihn sahen, konnten sie weder verstehen noch sich ausmalen, dass er die Frucht einer solchen Liebe sei, und erfanden den falschen Mythos des Shivas Eifersucht, der Köpfung ihres Sohnes, und der Ersetzung seines Kopfes durch den Kopf eines unglücklichen Elefanten, der dort wanderte.


Un lector junto al río


 


Hay  ríos que  se pueden oír  sobre las piedras, y que de vez en cuando  forman remansos, siempre más profundos. El sol penetra allí  primero los follajes de la orilla y luego las aguas, móviles y frías, hasta posarse tembloroso en el fondo de peñas y arena. La fuerza del torrente forma cascadas a través de las rocas. Cuántas veces han  vivido estos paisajes, hasta quedar también así, móviles, en la memoria.

Un río de España en verano, que podría estar también, en cualquier época del año, en la América tropical, se ha remansado entre una gran pared rocosa, y una playa de piedras y guijarros redondos. Un lugar para pasar tardes frescas y soleadas. Sentado sobre una piedra, un hombre joven lee. Está vestido de camisa oscura de manga corta, y pantalón claro, casi como para ir de compras por algún centro urbano. Lleva los zapatos deportivos sobre la piel sin calcetines, y la brisa no ha logrado despeinarlo. Quizá se haya descalzado antes, y se mojó los pies sobre la orilla. Ha cruzado la pierna derecha sobre la izquierda; y sobre la rodilla sus manos, largas y finas, sostienen un libro grueso, de unas seiscientas páginas.

Todavía no es muy conocido; asiste a las clases del poeta Pedro Salinas en la Universidad de Sevilla. Y es tímido, muy tímido. Se llama Luis Cernuda.

miércoles, 17 de junio de 2015

Disfrutar de la naturaleza con veneración

               Algo quisiera de mis compatriotas, y es que tuvieran un mayor respeto por la naturaleza. ¿Por qué no permitir a nuestros sentidos un disfrute de lo que ella tiene para ofrecernos? Sobre el suelo, la riqueza de las formas y colores, de los verdes y ocres; arriba, el azul, gris y blanco del cielo. El sonido del viento entre las ramas, del agua entre las piedras, el canto de los pájaros. ¿Cómo es que no nos permitimos recrearnos en lo que la tierra nos brinda? 

          Comenzando por la vida cotidiana. Uno va a parques, montes y ríos, y encuentra restos de plástico, papel y poliestireno desacrando el paisaje. En muchos jardines, privados y aún públicos, se pintan las piedras, de blanco e incluso de otros colores. El estruendo de las radios y la música grabada destruyen la posibilidad de escuchar las armonías del entorno.  

         
  Hay pueblos del mundo donde esto no ocurriría. La naturaleza es para ellos sagrada. No quiere decir que no puedan tener contacto con ella; sino que se complacen en ella con veneración. El placer y el respeto van juntos. Gozan de los sitios, de su paz, de su belleza, y cuando se van, se preocupan de dejarlo todo limpio, como intacto, como si nadie hubiera estado allí.
¿Cómo es que no podemos ser como ellos? ¿Vamos a expresar nuestra singularidad convirtiendo en un desastre invivible nuestro rincón del planeta? ¿Por qué no podemos, por el contrario, ser conocidos como un pueblo que ama, disfruta y venera la naturaleza?

Peregrinación a Mompós y visita a Candelario Obeso


             Mompós  es pequeña, pero es una ciudad. Es tan bella como las canciones que ha suscitado. Guarda muchas memorias. Una de ellas es la de Candelario Obeso.

            Hijo de la feliz conjunción de un terrateniente abogado y una lavandera negra, este poeta  sigue teniendo, tras su muerte, un destino de contrastes. Su casa natal, en la Albarrada cercana a la Plazuela del Moral, ostenta tres placas de conmemoración en la
fachada. La más modesta, la única anónima, es la que más dice. Cuando la visité, adentro de la casa se guardaban motocicletas. El portal era utilizado para ventas callejeras.

            El monumento de su tumba combina un gran pedestal de blanco mármol y un busto de piedra oscura. Los monumentos de las calles conllevan contrastes parecidos, y además algunos suscitan misterios punzantes.

            En la calle Real de En Medio, hay una placa de la Academia Colombiana de Historia en homenaje al linaje Gutiérrez de Piñeres, que sigue siendo poderoso en la Costa Atlántica.

            Y en la Albarrada con el Callejón de la Cruz, una "Junta 3 de Mayo" erige un monumento conmemorativo de "los valerosos soldados [anónimos, añado yo] que ofrendaron sus vidas en la gloriosa jornada del 19 de Octubre de 1812". Fue ―logré saber― una batalla de defensa de la ciudad, que se había declarado libre de España, contra los partidarios de la regencia.

            Dos meses largos después de tal jornada, llegó Bolívar de Venezuela, navegando por el río desde Cartagena. Con un discurso apasionado, suscitó la adehesión de cuatrocientos jóvenes que marcharon con él (¿armados cómo?) hacia la provincia del Socorro y luego la capital venezolana.

            Seguramente algunos morirían en los combates. Quizás otros llegaron en realidad hasta Caracas. ¿Y luego? ¿Habría quien quiso y pudo volver a Mompós? De Bolívar se sabe que volvió varias veces, y la ciudad lo celebra. Pero por ellos nadie  ha preguntado: no deben haber sido de grandes linajes.

La escogencia


Hay quien dice que soy sereno. No siempre lo fui, y mi serenidad es frágil; debo cuidar las circunstancias que la propician. La principal es la renuncia al mundo predominante.

Vivir en lo predominante es combatir contra otros que quieren lo mismo que yo. Es no poder ser más sino venciéndolos. Esos triunfos hieden a sangre y a horror.

Vivir lejos de eso no es renunciar del todo al mundo; hay otro mundo que deseo, muy distinto, muy singular, que quiero conformar, en el que quiero habitar. En él intento construir mis propias búsquedas, y ofrecer lo que en ellas logre con la naturalidad de un fruto. Esto conlleva que no compito con otros, sino conmigo; que no espero aclamaciones ni nombre, sino la fugaz y rara dicha de las ocasiones cuando siento que alcanzo la armonía.
            Es suficiente con conocer a unos pocos con quienes me creo en fraternidad y convergencia de búsqueda. Nos ayudamos, nos respetamos, y estamos abiertos a quien llegue con el mismo espíritu.  

La ducha


              Sentir el agua y el sol cayendo sobre la piel, en rayos, en  gotas, en chorros, sentir esa intensa frescura y esa promesa de calidez resbalando por el cuerpo, en una mañana de cielo azul. ¿Cuándo habré gozado por primera vez el placer de una ducha bajo el cielo? Mi infancia fue urbana; tuvo que ser en una de esas duchas descubiertas de las casas viejas, agregadas de urgencia junto con un retrete luego de la llegada del acueducto. Mi madre me dijo una vez que habíamos vivido en una finquita en las afueras de Florida, el pueblo donde nací. En cierta ocasión, se puso a llover, y pensó en mí. No sabía qué me había hecho,  y se sintió preocupada. Me encontró luego de pie sobre una gran piedra, vestido y calzado, bajo la lluvia. Me contó que me estremecía, con los ojos semicerrados, mientras las gotas resbalaban sobre mi cara, sobre mis brazos. 

  recuerdo  haberme bañado en una cascada muy pequeña, o quizá bajo el chorro de una canal de guadua, en medio de los matorrales, en una casa campesina de las montañas de la vereda de El Castillo. Aunque no creo que haya sido ésa la primera vez.

Durante las peripecias de inquilinato de mi familia, las duchas eran a veces al aire libre, en casas viejas; eran pequeños espacios terminados en cemento gris, a veces con manchas de musgo naciente, que encerraban hacia lo alto un rectángulo de cielo, siempre soleado en mi recuerdo. Otras veces estaban dentro de baños modernos, con paredes de azulejos y cielo raso blanco, y apenas una ventana. Hace poco tuve la experiencia de ser dueño de una casa de estilo tradicional. La ducha era bajo techo, pero pronto pude hacer instalar otra al aire libre.

Ahora vivo en una casa moderna, muy hermosa, y sin embargo, me hace falta poder bañarme bajo el sol. Ya sé: atrás, en el patio, pondré una ducha de manguera.

La raíz andaluza de América


      La periferia de un país puede crear, a partir de su historia, expresiones culturales que le son propias. Y a veces, de nuevo con la ayuda de la historia, logra generar con ellas una imagen que arraiga en el mundo, mucho más allá de sus fronteras.

      Entonces, el centro nacional puede sentirse tentado a proclamar con toda energía: Eso no es este país, somos mucho más que eso. Incluso puede decir: Eso no tiene el valor que le están dando afuera. E intentar desvirtuar las creaciones culturales de esa periferia, quitarles valor.

      Cierto que hay otras manifestaciones culturales, pero esto no justifica el intento central de desprestigiar las de esa periferia. Habría más bien que mirar qué razones hay para el logro periférico cuando captura la atención mundial.

      Andalucía lo ha hecho porque aprovechó la posibilidad histórica de sintetizar aspectos de la cultura musulmana con la bética, y aquí es mejor usar el nombre romano porque ni los vándalos ni los godos dejaron allí una impronta tan fuerte como en el centro y norte de España. De los vándalos quedó poco más que el nombre regional arabizado.

       Los resultados de esa síntesis fueron tan singulares que impactan por su originalidad. No hay nada parecido en el resto de la península. Y entonces, con el descubrimiento de América y su población con predominio de andaluces y extremeños se generó una nueva Andalucía – y así fue llamada por un tiempo una parte del continente. Es andaluz el acento con que se habla la lengua española en el Caribe, lo mismo que muchas características culturales de Hispanoamérica. De tal modo la cultura andaluza logró un alcance extra continental.  Por esto la imagen mundial de España, a pesar del resto de los españoles, es fuertemente coloreada por Andalucía; y la valoración de lo andaluz es mayor en América  que en España porque los americanos nos lo hemos apropiado, mientras que los españoles no andaluces tienden a despreciarlo. 

Hallazgo de un algoritmo literario


 
Hace unas noches descubrieron el algoritmo de la poesía, y desde entonces está difundiéndose con rapidez. No se sabe cómo ocurrió; hay quienes creen que fue a partir de un taller de fin de semana, y  han resuelto cerrarlos, pero de poco sirve ya: es una epidemia. No importa de quién sean, los poemas son excelentes y pasan todas las pruebas, incluso la del Erizamiento de Robert Graves. Los profesionales están desesperados: algunos creen todavía poder hacer algo, pero ¿qué? Los enamorados, en cambio, están felices; no paran de escribir. Los políticos, por temor al descenso de la tasa de natalidad, acudieron a los cínicos, pero no contaban con la proliferación de poemas de despecho.

 

lunes, 30 de marzo de 2015

Arder por un libro

 
Una nota sobre Margarita Porete y las Beguinas 


Hay quien, puesto por otros entre las alternativas de morir o seguir una conducta impuesta, escoge morir. ¿Qué es lo que sostiene esa elección?

Cierto episodio en la historia de las beguinas, una de las primeras asociaciones proto-monásticas de la iglesia católica, con su organización no jerárquica, y sus consecuentes conflictos con la jerarquía eclesiástica medieval, puede dar luz sobre esto. Una beguina de nombre Margarita Porete tuvo una experiencia mística y decidió escribirla, comunicarla a otros, para que pudieran aspirar a vivir lo vivido por ella. 
Tuvo el tiempo, los recursos y las habilidades necesarias para producir varias copias; en el siglo XIV temprano, eso significa ser alguien muy educado y con suficientes medios materiales. Vivía en un entorno bilingüe: se hablaba el latín y un naciente francés. Es presumible que manejara ambas lenguas. Sin embargo escogió, no el latín, que le hubiera dado acceso a la alta cultura europea, sino la lengua vulgar; incluso no el francés de la corte de Felipe el Hermoso, sino el dialecto del Hainaut, su provincia valona, en la frontera con Francia. Había decidido dirigirse no a intelectuales cortesanos y eclesiásticos, sino a quienes más cerca de su corazón tenía. 
¿Por qué no figuró su nombre con el libro? Al final de la Edad Media, aún las obras eran mucho más importantes que su autor, y no siempre era necesario saber quién las había escrito. Sin embargo no todo era anónimo por entonces: las obras del Maestro Eckert, contemporáneo suyo, nunca lo fueron. Quizá, durante las primeras relaciones con la Iglesia, le requirieron no dar a conocer el libro con su nombre, cosa que a ella no le importó, porque lo esencial era dar a otros la oportunidad de compartir la vivencia mística. O pudo considerar su libro como un manual, una guía para hacer algo, y pensara que no valía la pena aparecer en él. 
Después vino la lectura de la Inquisición. Los acuciosos frailes dominicos, siguiendo las prácticas de su Santo Oficio, hicieron una lectura frase por frase y, por supuesto, no alcanzaron a leer lo que ella quería decir; en cambio, encontraron lo que buscaban: algunas frases que consideraron contrarias a la ortodoxia. La apresaron, y le exigieron que se retractara de esos fragmentos. 
Para ella, eso sería desvirtuar el libro, quitarle fuerza a un mensaje que necesitaba ser transmitido con toda la potencia posible. La experiencia había sido tan intensa, y la pasión por que otros la vivieran tan fuerte, que eso le era mucho más importante que seguir viviendo. Era necesario mantener el texto, y por su obstinación en mantenerlo la quemaron viva en París, en la plaza de La Grève, el 1 de Junio de 1310. No quedó registrado el nombre del libro que la Inquisición juzgó herético y que causó la muerte de Margarita, y este misterio duró por siglos. 
Mientras tanto, El Espejo de las Almas Simples, una obra anónima, se estaba convirtiendo en lo que hoy llamaríamos un éxito editorial. Fue pronto traducida al latín, al inglés, al italiano, e incluso al francés de la Île de France, el francés de la corte real, en que nos ha llegado. Hoy se lo considera un clásico de la literatura mística de la edad media tardía. Pero siempre se había especulado sobre cuál de los místicos famosos de la época lo habría escrito.
Hasta que Romana Guarnieri, en 1946, reunió los dos relatos identificando a Margarita Porete como su autora, mediante el estudio de los documentos del proceso de condenación —en latín— y las referencias allí contenidas a su libro. Es un proceso de más de medio milenio, en el que alguien, una mujer, decide perder la vida y el nombre en aras de un mensaje, y tras seis siglos, otro alguien —otra mujer— logra recuperar su nombre. Tal historia hace de estos dos personajes, la mártir y la estudiosa que le devolvió su libro, adalides en la lucha actual por defender los derechos y los valores de quienes, o son mujeres, o han decidido ser algo distinto de simples hombres o mujeres.
Cali, Octubre 18 de 2013